lunes, 23 de febrero de 2009

La plaga (parte 4)

A los ojos de Bren, la ventaja táctica de que disponían con Velkar y Domingo en sus filas podía decantar el combate venidero. Era obvio que el mediano, pese a su comportamiento aparentemente despreocupado, había entrenado intensamente sus poderes arcanos (¿quizás de forma obsesiva?), hasta el punto de poder recurrir de manera inagotable a una fracción de esas energías, convirtiéndole en una valiosa arma en cada combate. Por su parte, la capacidad para destruir muertos vivientes del sacerdote de Pelor no tenía igual entre ellos, si bien tan precioso recurso sí era limitado. Posiblemente de ellos dependiese hacer frente a los terrores que se encontrasen donde se dirigían.

La iglesia de Barovia, un pequeño edificio de apenas 50’ de fondo por 60’ de ancho construido en piedra y madera, estaba construida al final de una suave cuesta, a los pies del saliente rocoso donde se alzaba, visible a pesar de la niebla que cubría la zona, el castillo Ravenloft.

Habiendo dejado a Marienne en la plaza para organizar a los lugareños, correspondió a Julianus, el monje mendicante, acercarse con cuidado al lugar. Sus variadas capacidades, que le permitían tanto participar en el combate como actuar de avanzadilla, le convertían en una pieza indispensable, si bien el paladín lamentaba haber dejado atrás a la joven exploradora. Mientras Julianus se acercaba sigilosamente al edifico, Ashlyn se impacientaba, deseosa de entrar para rescatar a sus compañeros. Su camarada de armas era bastante capaz en el combate, y obviamente no se amedrentaba fácilmente, como había demostrado manteniendo su posición frente a los zombis en la plaza del pueblo, pero Bren temía que su implicación personal nublase su raciocinio en el calor de la batalla. Si algo había aprendido a lo largo de sus años de combate era que siempre había que evaluar la situación antes de arrojarse de cabeza.

Con ágiles zancadas, el monje regresó con el grupo.

- Esta realmente oscuro dentro, apenas se distingue el brillo de algunas velas, y se oye un cántico gutural procedente del interior, como una letanía.

Bren y Ashlyn se miraron, y tras una breve concentración, abrieron su alma para percibir la maldad del lugar. Una fuerte emanación procedía del edificio, como si el propio lugar estuviese corrupto por las fuerzas del mal. Con cuidado, el grupo procedió a rodearlo, mientras analizaban la situación. Un par de vidrieras, bastante ensuciadas, se abrían en el lateral, y Bren se aproximó a una de ellas con todo el sigilo que le permitía su pesada armadura, para escudriñar el interior.

Bancos rotos yacían por los suelos de ambos laterales, mientras unas pocas velas alumbraban la zona central, donde un altar cubierto de manchas rojizas ocultaba una figura agazapada. Una fuerte aura maligna procedía del ser, así como de un gran agujero practicado en el suelo de la iglesia, que parecía abrirse a un sótano interior. En dirección a la puerta el edifico se estrechaba ligeramente, posiblemente con un pequeño almacén y el acceso al sótano. Su mirada se desvió instintivamente al techo, donde comprobó con satisfacción cómo una amplia vidriera semicircular coronaba la estructura, tal y como esperaba en un templo de Pelor. Una ligera sonrisa asomó en sus labios mientras trazaba un plan, que no tardó en comunicar a sus compañeros.

- El lugar está profanado, su aura de maldad es muy intensa, y parece que una maldad aún más fuerte procede del sótano. No quiero arriesgarme entrando por la puerta, así que Velkar, ¿dispones de algún conjuro que te permita subir al tejado de la iglesia?

- Podría volar allí, si es lo que necesitas. Pero también podríamos subir con una cuerda, ¿no? ¿Para qué me quieres arriba?

- Hay una cúpula vidriada desde la que se domina todo el interior. Casi debajo se encuentra el altar, y detrás de él creo que está el sacerdote, Danovich. Su aura de maldad era muy poderosa, creo que ha sido corrompido... – dedicó una rápida mirada a Domingo, buscando su aprobación.

- Si se ha apartado del camino de la luz, debe sufrir el castigo de los impíos – le respondió rotundamente.

- De acuerdo – volvió su mirada al mediano-. Tú atacarás desde arriba, nosotros nos colocaremos en los laterales y entraremos cada uno por una vidriera. Debemos coordinarnos para no darle ninguna oportunidad de contraatacar. Luego, nos prepararemos para hacerle frente a aquello que haya abajo.

- Parece fácil – añadió el mediano, mientras sacaba de sus ropajes un pequeño cetro. – Con esto me aseguraré de que el conjuro no se acabe en el momento más inoportuno. – Con el cetro en una mano, y una pequeña pluma en la otra, murmuró unas palabras y al instante comenzó a elevarse por los aires, dirigiéndose al techo.

- Los demás, a vuestros puestos – ordenó Bren, mientras hacía un gesto a Julianus para que le siguiese a uno de los laterales. En ese momento, Ashlyn le retuvo por el brazo.

- ¿Y Thendrick y Mathilda? – su rostro reflejaba una contenida angustia.

- No los he visto. Pero había un par de habitaciones más, y quizás estén retenidos allí, o en el sótano. Debemos apresurarnos – Bren ya había pensado en el destino que habían podido sufrir ambos, pero no deseaba compartir sus inquietudes con su atribulada compañera.

- Rezo a Pelor porque así sea – respondió la mujer.

Listo en su posición, sujetando con fuerza su espada bastarda, Bren esperó unos segundos más, y finalmente Velkar hizo su movimiento: dos potentes chorros de fuego se abrieron paso hacia el interior, impactando de lleno en la figura reclinada tras el altar, arrancándole un desgarrador grito de dolor que retumbó por toda la estancia. Casi al unísono, Bren y sus compañeros rompieron las vidrieras y se abalanzaron hacia el interior, dispuestos a rematar al sacerdote. Éste, sin embargo, cayó al suelo envuelto en llamas, y se hizo el silencio, sólo roto por el crepitar del fuego. Los cinco aventureros intercambiaron miradas, y Velkar se encogió de hombros mientras su rostro sonreía de satisfacción. Bren esperaba un primer asalto demoledor, pero esto superaba sus expectativas ampliamente.

Con cuidado, dejando algunas antorchas para iluminar con claridad el lugar, cruzaron la zona de los bancos, aproximándose al agujero central. Desde allí pudo ver que cada lateral de la iglesia estaba ocupado por dos pequeñas habitaciones, que flanqueaban a cualquiera que entrase desde los portones principales, en una posición inmejorable para una emboscada. Como si se supiesen descubiertos, las puertas de las habitaciones se abrieron, y tres tambaleantes zombis surgieron de ellas, mientras que en la cuarta otro brujo de la muerte, como el que habían encontrado en su primera escaramuza, se dispuso a usar sus aptitudes sortílegas. Había que actuar con cuidado, pero parecían enemigos asequibles para sus capacidades.

Julianus se adelantó para interceptar su avance, mientras Ashlyn y Bren flanqueaban a Domingo, que comenzaba a canalizar las energías divinas de que disponía para una última descarga contra los muertos vivientes, de forma algo impaciente quizás, pero Bren necesitaba concentrarse en los posibles adversarios que viniesen.

En ese instante, de la puerta más lejana ubicada a la izquierda, otros dos zombis surgieron, con su lento andar característico, acompañados de un esqueleto. La mirada de los dos paladines se quedó clavada en las nuevas figuras, pues reconocieron casi al instante el rostro de las dos personas que habían venido a buscar, con la piel rasgada de color gris ceniciento y los ojos vacuos, mientras avanzaban hacia ellos, convertidos en una burla de la vida que hacía pocas horas antes había corrido por sus cuerpos. Bren desterró todo sentimiento al instante, centrándose en la lucha que se avecinaba, pero vio temblar ligeramente a Ashlyn, que parecía luchar contra un torrente de emociones. Domingo, con un fuerte grito, liberó las energías divinas, que por un instante iluminaron a los tres primeros zombis, antes de reducirlos a cenizas. Eso dejaba el hueco perfecto para que Julianus se escurriese hacia un lateral, frenando el avance del primero de los zombis restantes y estorbando lo suficiente a las otras dos criaturas. De la arcada donde se ocultaba el brujo de la muerte salieron dos pequeñas líneas de energía plateada que impactaron en el monje, pero este resistió sin problemas el ataque mágico, mientras afianzaba su posición y lanzaba un par de golpes al primero de los no muertos que le asediaban.

Bren avanzó un par de pasos, preparado para ayudar a Julianus con los zombis mientras confiaba en Ashlyn, Domingo y Velkar para hacer frente al esqueleto y el brujo de la muerte, cuando un nuevo ser apareció por la misma puerta que sus zombificados compañeros. La criatura, delgada como un esqueleto, tenía unos brazos largos, una cabeza ancha y con forma de cuña, y una mandíbula descomunal, con dientes como fragmentos de humeante hielo negruzco. Abrió sus fauces, y un rugido se alzó sobre el ruido del combate.

- ¡¡¡PAAAAAADREEE!!!

Bren miró a Domingo, pues desconocía por completo a la criatura ante la cual se hallaban. Éste murmuró una palabra, “blasfemo”, más una pregunta que una respuesta, cuando oyeron la voz de Ashlyn

- ¡ Es un blasfemo, cuidaos de su mordisco!

Al escuchar la voz de la mujer, el ser se abalanzó sobre ellos tres, ignorando a Julianus y cubriendo la distancia que les separaba con una endiablada velocidad.

La falta de información suponía una grave desventaja, pero poco podían hacer ahora por subsanarla. Seguro de hallarse ante un enemigo terrorífico, procedió a lanzar una breve plegaria a Heironeus, imbuyéndose con su favor divino en la forma de un conjuro que le permitiría dañar gravemente al ser con cada uno de sus golpes, si bien a costa de sus propias energías vitales. De reojo, observó cómo Ashlyn aprovechó ese instante para realizar un ritual similar.

La criatura se acercó sin temor alguno a ambos, lo cual los paladines aprovecharon para descargar sus golpes, combinando un poderoso tajo suyo con una profunda estocada de Ashlyn. Ninguno contuvo sus ataques, y a la vez que Bren recurría a sus aptitudes divinas para castigar con mayor precisión y fuerza a aquel ser, Ashlyn hizo lo propio, mientras imbuía también su arma con aptitudes aún más letales contra los muertos vivientes. Los dos golpes impactaron en el ser de lleno, pero éste no pareció inmutarse, y se arrojó sobre la mujer, clavando sus dientes con fuerza el hombro de la joven, desviada su dentellada por las placas de metal que le protegían el cuello. La mujer dejó escapar un grito de dolor, y casi al instante bajó la guardia y su mirada pareció extraviarse. A eso debía referirse con su advertencia.

El desviar la atención le costó caro a Bren, pues el insidioso esqueleto había logrado zafarse de Julianus, y colocándose a su costado, lanzó un golpe que impactó con sorprendente fuerza en el flanco desprotegido del paladín. Preocupado, se giró y pudo ver cómo el monje había perdido su posición, quedando él bloqueado en uno de los extremos de la habitación, mientras el otro zombi tenía paso franco para unirse a la refriega. Domingo recurrió a las aptitudes curativas de una de sus múltiples varitas para sanar el severo golpe sufrido por Ashlyn cuando una llamarada de fuego que envolvió al esqueleto y al zombi le recordó que seguían contando con la ayuda de Velkar para lidiar con aquella amenaza.

La situación táctica era preocupante, pues Ashlyn se encontraba indefensa, así que Bren se desplazó, interponiéndose entre ella y el monstruo. A pesar de haber recibido un entrenamiento exhaustivo en esgrima, sabía que frente a aquellas criaturas prácticamente descerebradas las fintas y demás florituras de poco iban a servir, así que recurrió a una técnica tan básica como efectiva, y dos cortes verticales de la espada, impulsada por toda la fuerza de sus brazos en sentido descendente y luego en su continuación ascendente golpearon de nuevo al monstruo. Éste pareció caer en su engaño, y centró su atención en él, olvidándose de la indefensa mujer. La criatura abrió su boca, casi desencajando su mandíbula, y lanzó un rápido mordisco. Bren intentó interponer la hoja de su arma, buscando que el ser se empalase a sí mismo con la impulso del golpe, pero la criatura, con un rápido paso lateral, cambió la orientación de su cuerpo, y clavó sus dientes en el antebrazo del guerrero. Oleadas de frío le recorrieron la extremidad y se extendieron por todo su cuerpo, mientras la sangre manaba de la herida y el efecto del mordisco nublaba su cabeza. Casi como en un sueño, vio cómo Domingo se aproximaba a él para curarle, mientras Ashlyn, recuperada, descargaba con furia dos tremendos impactos en la criatura. Zombi y esqueleto se arrojaron sobre ella, penetrando su armadura con garras y golpeando su cara con los puños. La situación era preocupante, pues la superioridad numérica de las criaturas, así como la capacidad del mordisco del blasfemo para inutilizar a uno de los guerreros les situaba en clara desventaja, cuando Velkar, que seguía volando, maniobró volando sobre los combatientes, colocándose paralelo al suelo. Cruzando su mirada con la Bren, le guiñó un ojo mientras rebuscaba en los bolsillos de su túnica. Tras unas palabras ininteligibles, el mediano abrió su boca en un gesto similar a un escupitajo, y de ella brotó un potente chorro de ácido que impactó sobre las tres criaturas que les atacaban. La carne del zombi se desprendió de su cuerpo, mientras los huesos del esqueleto se disolvían ante el potente efecto del conjuro, que derribó a ambas criaturas. El blasfemo recibió de lleno la descarga, y el líquido arrojado comenzó a corroer su piel, pero el ser continuaba en pie, dirigiendo su mirada cargada de odio a sus oponentes. Ni una gota había salpicado a sus compañeros, tal había sido la precisión de Velkar al colocarse y lanzar el conjuro.

La magia del mediano le dio un vuelco al combate, pues Bren notaba como la espesa nube que atontaba su raciocinio desaparecía, mientras Ashlyn, de un poderoso mandoble, sacudía a la criatura. El ser intentó devolverle el golpe, pero la mujer se las apañó para desviar el golpe con la parte plana de su espada, fallando por unos centímetros. Aprovechando la situación, Bren rodeó al no muerto para aprovechar la posición ganada por la luchadora, y la impactó con un nuevo tajo horizontal. La criatura se giró para encararle, tal y como él esperaba, pues aquel movimiento le dejó desprotegido ante la respuesta de Ashlyn, que reuniendo todas sus fuerzas alzó la espada y soltó un ataque devastador.

- ¡Muere!

El brutal ataque hizo que la espada cortase la endurecida piel del blasfemo, llegando a la carne, rompiendo hueso, músculos y tendones, hasta prácticamente seccionarle el brazo izquierdo. La criatura comenzaba a girarse hacia la joven cuando esta removió su espada, y aplicando su peso al movimiento, continuó cortando hasta sacar el arma por la cadera del ser. El monstruo quedó paralizado un instante, y se derrumbó en el suelo, derrotado al fin.

Preocupado por Julianus, Bren se giró hacia él, pero pudo comprobar que el zombi al que se enfrentaba caía también derribado al suelo, inerte. Julianus abrió sus manos, indicando que no había sido él quien lo había hecho.

Un sollozo volvió a centrar la atención de Bren. A su lado, Ashlyn yacía de rodillas sobre el suelo de la iglesia. El combate había terminado, toda su ira y frustración habían sido liberadas, y las lágrimas rompían en sus ojos, descontroladas las pasiones. La plaga zombi parecía haber sido eliminada, pero lo único que rompía el sepulcral silencio del lugar era un llanto de dolor y pena.

lunes, 9 de febrero de 2009

La plaga (parte 3)

A pesar de la notable urgencia con que debían reparar las barricadas, los lugareños se detenían constantemente, escudriñando en la niebla a la espera de una nueva amenaza. Al principio eran gestos sutiles, miradas furtivas que podrían haber escapado a unos ojos menos atentos que los de Julianus, pero poco a poco el nerviosismo había ido in crescendo: las manos temblaban al coger los martillos, los pies se restregaban inquietos mientras sujetaban los maderos, y al poco comenzaban los reproches. Todos deseaban terminar lo antes posible y volver a la seguridad de la taberna en que se habían refugiado. Julianus desvió momentáneamente la vista hacia el letrero que colgaba sobre su puerta mientras acercaba un nuevo madero para reforzar el bloqueo de la parte norte de la plaza, y una ligera sonrisa afloró en sus labios al pensar en quien había añadido una muesca al texto, cambiando el algo etílico “La sangre de la viña” por el siniestro “La sangre de la niña”. En ese momento, salieron por la puerta Bren y Domingo, acompañados de Ashlyn e Ismark.

- Si vais a marchar a la iglesia, iré con vosotros – insistía Ashlyn de forma vehemente.- Son mis camaradas quienes están allí-. La mujer manoseaba nerviosa la empuñadura de su espada mientras miraba expectante al paladín y al sacerdote. Aunque había sufrido heridas durante la defensa de la plaza, las atenciones de Domingo y sobre todo su indómita fuerza de voluntad le hacían seguir adelante. Tras el altercado con los zombis, les había revelado que el pueblo se encontraba afligido por una extraña plaga que había provocado el alzamiento de un sinfín de zombis. En apenas unas horas había habido numerosas bajas, y los supervivientes de la primera oleada se habían refugiado en la plaza del pueblo, si bien algunos habían tenido que fortificar sus propias casas, en un intento agónico de sobrevivir.

- Aún no estoy muy seguro de cuál será nuestro curso de acción. Me preocupa la suerte de vuestros dos compañeros – indicó Bren, mientras se giraba hacia Ismark – pero también la suerte de vuestra hermana. No entiendo que clase de hombre sois para dejarla abandonada en vuestra mansión, en lugar de traerla aquí -. Bren no hacía esfuerzo alguno por ocultar el reproche en sus palabras, mientras miraba al joven.

- Mi hermana es la mejor luchadora del pueblo, no está indefensa, y las paredes de la casa son sólidas. Además, nadie podrá sacarla de allí hasta que se pueda enterrar a nuestro padre -. Los ojos del joven, vidriosos por el alcohol, parecían perderse en la memoria, mientras una fuerte melancolía parecía embargarle.

- Es cierto, se nos olvidaba que el que el nuevo burgomaestre esté con los suyos, ayudando a la defensa del poblado, es una mera coincidencia producto de su alcoholismo. Si hubieseis tenido suficiente bebida en vuestra mansión posiblemente no habríais salido hasta que la plaga hubiese terminado o bien hubiese derribado las fortificadas puertas de vuestro hogar-. Las demoledoras palabras de Domingo, que Ismark recibió encogiéndose de hombros, no hacían sino expresar el malestar que el grupo sentía hacia el individuo en particular, y hacia buena parte de los habitantes en general. Tras hablar con Ashlyn habían entrado en la taberna, y habían tenido que sacar prácticamente a rastras a algunos hombres para reforzar las defensas de la plaza. Para su sorpresa, borracho en la barra, se encontraba Ismark Kolyana, hijo del anterior burgomaestre Kolyan Indirovich, incapaz de farfullar nada coherente. Un cubo de agua fría habías servido para despertarle, pero su embriaguez se había convertido en apatía, mientras le enseñaban la carta que les había traído a Barovia, escrita con una letra que él no reconocía como la de su padre, el cual era velado desde hacía 10 días en la mansión familiar por su hermana, Irina.

- Es cierto que esa joven puede encontrarse en peligro. Thendrick y Mathilda ya deberían haber regresado... si lo consideráis oportuno esperaremos esta noche, pero os ruego que en tal caso partamos mañana por la mañana -. Ashlyn no podía ocultar la preocupación en su tono pero su disciplina marcial controlaba sus ánimos, evitando que se lanzase en una carrera hasta las barricadas, en dirección a la niebla y la iglesia. Como ella misma les había dicho, y luego había confirmado Ismark, la plaga parecía proceder de aquel lugar, donde, según palabras de Ismark, el sacerdote de Pelor local, un hombre llamado Danovich, se había recluido desde la muerte de su hijo Doru hacía dos semanas, asesinado por unos salteadores.

- Yo voto porque nos quedemos y descansemos esta noche. He gastado buena parte de mis conjuros, al igual que el clérigo, y de día seguro que los no-muertos no son tan peligrosos, o al menos abundantes.- Velkar expuso su opinión directamente, como parecía ser su costumbre. El mediano salía en ese instante de la taberna, y se unió al grupo. Era evidente en su rostro una sensación de malestar ante los recientes descubrimientos: Kolyan Indirovich, la persona que supuestamente había escrito la misiva que les había llevado allí, había fallecido varios días atrás, y su hijo, que había asumido el mando del pueblo, les había asegurado que dicha carta no había sido escrita por él, pues la letra no se correspondía. Atrapados en un lugar donde la muerte rondaba por las calles, no obstante, esperaba una actitud algo más arriesgada por parte del mediano, quizás más acorde a su raza.

- ¿Habéis hecho ya uso de vuestras habilidades arcanas y divinas? – inquirió Bren, mientras se concentraba en ambos lanzadores de conjuros.

- Yo aún dispongo de parte de los favores de Pelor, pero mis habilidades para canalizar sus energías contra los muertos vivientes están bastante debilitadas. No obstante, un descanso me recuperaría por completo, tal y como señala maese Velkar – Domingo expuso la situación sin apenas inflexión en su tono, aparentemente dispuesto a actuar de acuerdo a las indicaciones del paladín.

- ¿Y vos, Velkar? ¿Habéis agotado vuestros recursos?

- Bueno... – el mediano titubeo, aparentemente indeciso -, aún dispongo de magia, pero si descansase estaría en mejores condiciones.

- Como todos nosotros, entiendo – apostilló Bren. – Deberemos confiar en el juicio de Ismark, si es que aún conserva tal cosa – comentó mientras posaba su mirada en Ashlyn.- Iremos a la iglesia. Es posible que nuestros compañeros Heraldos aún estén con vida, pero un retraso tan grande eliminaría cualquier opción.

- Perfecto, entonces iré con vosotros. – la mujer parecía exultante, al haber logrado el apoyo de su compañero de armas. Julianus miró a su alrededor, a los lugareños que titubeaban a cada paso, así como al interior de la taberna, desde cuyas ventanas varias miradas curiosas observaban al grupo. Con un par de golpes secos terminó de asegurar el madero, y se acercó a sus compañeros.

- Permitidme que interrumpa, pero no creo que sea conveniente que nos marchemos de la plaza – señaló a su alrededor.- Los aldeanos parecen inquietos por el devenir de los acontecimientos, y no sé hasta que punto su valor les permitirá hacer frente a otra posible incursión de zombis, mucho menos presentarles batalla de manera organizada.

- Ya he pensado en ello, es cierto – intervino Bren. – Sería necesario que alguien se quedase con ellos, alguien que sea mínimamente capaz de organizarles y defender la zona.

- Yo me ofrezco, soy el burgomaestre y me harán caso – Ismark habló, y a juzgar por Julianus no lo guiaba el miedo, sino genuina preocupación, quizás surgida tras la arenga de sus compañeros. Era cierto que el joven era respetado por los suyos, de hecho había convencido al dueño de la tienda de suministros para que les diese el material necesario para las reparaciones, a pesar de sus negativas iniciales. El monje tomó nota mental del detalle mientras atendía a Domingo.

- Lo idóneo sería que se quedase uno de vosotros – dijo, señalando a los paladines.- Necesitarán un corazón valeroso y una espada fuerte, y no creo que haya otros candidatos.

- Es posible, pero si nos dirigimos al origen de este mal, necesitaremos toda la fuerza que podamos reunir – indicó Velkar.

- Y si os vais a la iglesia, son mis hermanos de armas los que pueden estar allí, necesitando ayuda. Es mi deber marchar con vosotros – resolvió Ashlyn.

Unas ligeras pisadas acercándose al grupo hicieron girarse a Julianus.

- Vaya gente la de la taberna, están bajo el asedio de hordas de zombis y es como si la sangre no corriese por sus venas – dijo Marienne, mientras se unía al pequeño círculo que habían formado. - ¿De qué estabais hablando?

...

Con Ashlyn y Bren en vanguardia, le correspondía a Julianus vigilar la retaguardia, protegiendo a Velkar y Domingo. Las calles por las que avanzaban resultaban tan siniestras como las que habían recorrido dirigiéndose hacia la plaza, y la niebla no había perdido en lo más mínimo su intensidad. La tensión podía palparse en el ambiente, pues sabían que podían estar metiéndose en la boca del lobo, pero eso no frenaba lo más mínimo el paso de los dos guerreros que encabezaban la marcha. Sólo de vez en cuando parecían ambos frenar el avance, mientras parecían sumirse en un rápido trance, para comprobar la presencia de criaturas malignas en la zona en la que se adentraban.

La calle principal por la que avanzaban dio paso a una intersección, en el centro de la cual pudieron observar los restos a medio devorar de un caballo.

- Alto.- los dos paladines hablaron casi al unísono. – Ahí delante.

La niebla se disolvió por un momento, y tres amenazadores figuras surgieron del otro lado de la intersección. Sus pesados andares, y el estremecedor gemido que surgió de sus gargantas los identificó como zombis, al parecer los causantes de los destrozos en el caballo.

Durante un instante, el tiempo pareció detenerse mientras los zombis daban un par de pasos, y en ese instante, tras un gesto a Domingo, Bren se lanzó hacia delante, saltando y cayendo sobre un zombi mientras su espada trazaba un arco de muerte que cercenó un brazo a la criatura. Ashlyn le siguió con un grito feroz, mientras Velkar se adelantaba y generaba una explosión de fuego que prendía a dos de las criaturas. Julianus, aprovechando el titubeo de las criaturas, se lanzó sobre ellas para rodearlas, saltando por encima de los restos del animal muerto, y lanzando una serie de rápidos puñetazos mientras aterrizaba al otro lado. Sus puños impactaron en la carne muerta, pero la criatura pareció no sentir el menor dolor, como le había ocurrido anteriormente al enfrentarse a esos seres. Tendría que emplearse más a fondo.

En ese instante dos puertas cercanas de lo que parecían ser casas abandonadas se abrieron, y de ellas asomaron unas delgadas criaturas, de piel macilenta, con afiladas garras y terribles colmillos. Los seres emitieron una cruel carcajada mientras se unían a la refriega, y justo cuando Domingo, que había avanzado su posición para quedarse junto a sus compañeros, comenzaba a lanzar un grito de advertencia, un nauseabundo olor a podredumbre invadió las fosas nasales de Julianus, haciéndole sentir unas terribles arcadas.

- ¡Cuidado, son necrarios! – las palabras de Domingo, cuyo cuerpo se tensaba primero para luego arquearse al ser afectado por aquella pestilencia, se perdían en sus oídos mientras la primera de las criaturas se acercaba a golpearle. Julianus adoptó una postura defensiva, y comprobando cómo sus compañeros aún forcejeaban con dos de los zombis, decidió lanzar un puñetazo a otra de aquellas criaturas, para así atraer su atención sobre él. Dos de los seres se le abalanzaron encima, y comenzaron a lanzar sobre él una lluvia de garras, pero con rápidos y precisos movimientos de sus brazos logró bloquear los golpes que caían sobre él. Mientras, por el rabillo del ojo, pudo comprobar cómo Bren había dado cuenta de otro zombi con ayuda de un mareado Domingo, mientras que Ashlyn, ayudada por los orbes ácidos que Velkar arrojaba desde la retaguardia, había eliminado al tercero. En ese instante, un grito de aviso salió de la garganta de Velkar, pero Julianus no pudo escucharlo con claridad, pues en aquel momento una de las garras se estrelló contra la pared contra la cual poco a poco se había visto arrinconado, haciendo saltar varias esquirlas en todas direcciones.

El golpe dejó desequilibrada a la criatura, lo cual aprovechó Julianus para lanzar un golpe sobre su indefenso pecho, pero sin atreverse a aplicar toda su fuerza por temor a quedarse desprotegido el impacto apenas llegó a inquietar al ser. Correteando hacia el mediano, Julianus pudo ver la razón de su aviso, pues un par de devoradores de cadáveres, aquellas criaturas similares a ratas con las que ya habían combatido, se lanzaban contra él. Aprovechando que su oponente ya estaba derribado, Ashlyn se interpuso en su camino, bloqueando su avance y acabando de un tajo con una de ellas. La segunda lanzó una profunda dentellada que encontró hueco entre las placas de la armadura de la mujer, y esta dejó escapar un quejido.

Mientras, Bren, de dos poderosos mandobles, derribó al primero de los necrarios, y avanzó para ayudar a Julianus. Éste, sin embargo, se distrajo un instante, y una de las criaturas logró superar su defensa, clavando sus garras con fuerza en su hombro. Un escalofrío recorrió su cuerpo, mientras recordaba las propiedades paralizantes del toque de aquellos seres, pero con una explosión de energía interna logró eliminar el agarrotamiento que empezaba a extenderse por su brazo, y con un salvaje grito lanzó un puñetazo directo al cráneo del ser. Un terrible crujido se escuchó cuando su cráneo se rompió, y el monstruo cayó inerte al suelo. Una nueva nube llamas impactó en el muerto viviente restante, que intentó huir, pero, aturdido por el fuego, no pudo evitar el golpe de Bren, que separó de un solo impacto la cabeza de la criatura. Un rápido vistazo le mostró a Julianus que Ashlyn había dado buena cuenta de la rata restante.

- ¿Te encuentras bien? – inquirió Bren.

- Sí, sólo necesito recuperar el aliento. Y quizás algo de curación.- respondió Julianus.

Domingo estaba entonando una salmodia curativa que se aplicó a sí mismo, para luego atenderle a él. Mientras notaba como oleadas de energía positiva renovaban su vigor, pudo observar en sus compañeros una mezcla peculiar de emociones: la preocupación por la situación en la que se encontraba el pueblo y los frecuentes enfrentamientos que habían tenido se combinaban con una cierta satisfacción por no haber cedido ni un solo palmo y haber derrotado a todas las criaturas con las que se habían encontrado. No obstante, todos parecían conscientes de que aún tenían por delante una dura tarea, pues sabían que se aproximaban al foco del mal que asolaba el pueblo: la iglesia.