lunes, 23 de febrero de 2009

La plaga (parte 4)

A los ojos de Bren, la ventaja táctica de que disponían con Velkar y Domingo en sus filas podía decantar el combate venidero. Era obvio que el mediano, pese a su comportamiento aparentemente despreocupado, había entrenado intensamente sus poderes arcanos (¿quizás de forma obsesiva?), hasta el punto de poder recurrir de manera inagotable a una fracción de esas energías, convirtiéndole en una valiosa arma en cada combate. Por su parte, la capacidad para destruir muertos vivientes del sacerdote de Pelor no tenía igual entre ellos, si bien tan precioso recurso sí era limitado. Posiblemente de ellos dependiese hacer frente a los terrores que se encontrasen donde se dirigían.

La iglesia de Barovia, un pequeño edificio de apenas 50’ de fondo por 60’ de ancho construido en piedra y madera, estaba construida al final de una suave cuesta, a los pies del saliente rocoso donde se alzaba, visible a pesar de la niebla que cubría la zona, el castillo Ravenloft.

Habiendo dejado a Marienne en la plaza para organizar a los lugareños, correspondió a Julianus, el monje mendicante, acercarse con cuidado al lugar. Sus variadas capacidades, que le permitían tanto participar en el combate como actuar de avanzadilla, le convertían en una pieza indispensable, si bien el paladín lamentaba haber dejado atrás a la joven exploradora. Mientras Julianus se acercaba sigilosamente al edifico, Ashlyn se impacientaba, deseosa de entrar para rescatar a sus compañeros. Su camarada de armas era bastante capaz en el combate, y obviamente no se amedrentaba fácilmente, como había demostrado manteniendo su posición frente a los zombis en la plaza del pueblo, pero Bren temía que su implicación personal nublase su raciocinio en el calor de la batalla. Si algo había aprendido a lo largo de sus años de combate era que siempre había que evaluar la situación antes de arrojarse de cabeza.

Con ágiles zancadas, el monje regresó con el grupo.

- Esta realmente oscuro dentro, apenas se distingue el brillo de algunas velas, y se oye un cántico gutural procedente del interior, como una letanía.

Bren y Ashlyn se miraron, y tras una breve concentración, abrieron su alma para percibir la maldad del lugar. Una fuerte emanación procedía del edificio, como si el propio lugar estuviese corrupto por las fuerzas del mal. Con cuidado, el grupo procedió a rodearlo, mientras analizaban la situación. Un par de vidrieras, bastante ensuciadas, se abrían en el lateral, y Bren se aproximó a una de ellas con todo el sigilo que le permitía su pesada armadura, para escudriñar el interior.

Bancos rotos yacían por los suelos de ambos laterales, mientras unas pocas velas alumbraban la zona central, donde un altar cubierto de manchas rojizas ocultaba una figura agazapada. Una fuerte aura maligna procedía del ser, así como de un gran agujero practicado en el suelo de la iglesia, que parecía abrirse a un sótano interior. En dirección a la puerta el edifico se estrechaba ligeramente, posiblemente con un pequeño almacén y el acceso al sótano. Su mirada se desvió instintivamente al techo, donde comprobó con satisfacción cómo una amplia vidriera semicircular coronaba la estructura, tal y como esperaba en un templo de Pelor. Una ligera sonrisa asomó en sus labios mientras trazaba un plan, que no tardó en comunicar a sus compañeros.

- El lugar está profanado, su aura de maldad es muy intensa, y parece que una maldad aún más fuerte procede del sótano. No quiero arriesgarme entrando por la puerta, así que Velkar, ¿dispones de algún conjuro que te permita subir al tejado de la iglesia?

- Podría volar allí, si es lo que necesitas. Pero también podríamos subir con una cuerda, ¿no? ¿Para qué me quieres arriba?

- Hay una cúpula vidriada desde la que se domina todo el interior. Casi debajo se encuentra el altar, y detrás de él creo que está el sacerdote, Danovich. Su aura de maldad era muy poderosa, creo que ha sido corrompido... – dedicó una rápida mirada a Domingo, buscando su aprobación.

- Si se ha apartado del camino de la luz, debe sufrir el castigo de los impíos – le respondió rotundamente.

- De acuerdo – volvió su mirada al mediano-. Tú atacarás desde arriba, nosotros nos colocaremos en los laterales y entraremos cada uno por una vidriera. Debemos coordinarnos para no darle ninguna oportunidad de contraatacar. Luego, nos prepararemos para hacerle frente a aquello que haya abajo.

- Parece fácil – añadió el mediano, mientras sacaba de sus ropajes un pequeño cetro. – Con esto me aseguraré de que el conjuro no se acabe en el momento más inoportuno. – Con el cetro en una mano, y una pequeña pluma en la otra, murmuró unas palabras y al instante comenzó a elevarse por los aires, dirigiéndose al techo.

- Los demás, a vuestros puestos – ordenó Bren, mientras hacía un gesto a Julianus para que le siguiese a uno de los laterales. En ese momento, Ashlyn le retuvo por el brazo.

- ¿Y Thendrick y Mathilda? – su rostro reflejaba una contenida angustia.

- No los he visto. Pero había un par de habitaciones más, y quizás estén retenidos allí, o en el sótano. Debemos apresurarnos – Bren ya había pensado en el destino que habían podido sufrir ambos, pero no deseaba compartir sus inquietudes con su atribulada compañera.

- Rezo a Pelor porque así sea – respondió la mujer.

Listo en su posición, sujetando con fuerza su espada bastarda, Bren esperó unos segundos más, y finalmente Velkar hizo su movimiento: dos potentes chorros de fuego se abrieron paso hacia el interior, impactando de lleno en la figura reclinada tras el altar, arrancándole un desgarrador grito de dolor que retumbó por toda la estancia. Casi al unísono, Bren y sus compañeros rompieron las vidrieras y se abalanzaron hacia el interior, dispuestos a rematar al sacerdote. Éste, sin embargo, cayó al suelo envuelto en llamas, y se hizo el silencio, sólo roto por el crepitar del fuego. Los cinco aventureros intercambiaron miradas, y Velkar se encogió de hombros mientras su rostro sonreía de satisfacción. Bren esperaba un primer asalto demoledor, pero esto superaba sus expectativas ampliamente.

Con cuidado, dejando algunas antorchas para iluminar con claridad el lugar, cruzaron la zona de los bancos, aproximándose al agujero central. Desde allí pudo ver que cada lateral de la iglesia estaba ocupado por dos pequeñas habitaciones, que flanqueaban a cualquiera que entrase desde los portones principales, en una posición inmejorable para una emboscada. Como si se supiesen descubiertos, las puertas de las habitaciones se abrieron, y tres tambaleantes zombis surgieron de ellas, mientras que en la cuarta otro brujo de la muerte, como el que habían encontrado en su primera escaramuza, se dispuso a usar sus aptitudes sortílegas. Había que actuar con cuidado, pero parecían enemigos asequibles para sus capacidades.

Julianus se adelantó para interceptar su avance, mientras Ashlyn y Bren flanqueaban a Domingo, que comenzaba a canalizar las energías divinas de que disponía para una última descarga contra los muertos vivientes, de forma algo impaciente quizás, pero Bren necesitaba concentrarse en los posibles adversarios que viniesen.

En ese instante, de la puerta más lejana ubicada a la izquierda, otros dos zombis surgieron, con su lento andar característico, acompañados de un esqueleto. La mirada de los dos paladines se quedó clavada en las nuevas figuras, pues reconocieron casi al instante el rostro de las dos personas que habían venido a buscar, con la piel rasgada de color gris ceniciento y los ojos vacuos, mientras avanzaban hacia ellos, convertidos en una burla de la vida que hacía pocas horas antes había corrido por sus cuerpos. Bren desterró todo sentimiento al instante, centrándose en la lucha que se avecinaba, pero vio temblar ligeramente a Ashlyn, que parecía luchar contra un torrente de emociones. Domingo, con un fuerte grito, liberó las energías divinas, que por un instante iluminaron a los tres primeros zombis, antes de reducirlos a cenizas. Eso dejaba el hueco perfecto para que Julianus se escurriese hacia un lateral, frenando el avance del primero de los zombis restantes y estorbando lo suficiente a las otras dos criaturas. De la arcada donde se ocultaba el brujo de la muerte salieron dos pequeñas líneas de energía plateada que impactaron en el monje, pero este resistió sin problemas el ataque mágico, mientras afianzaba su posición y lanzaba un par de golpes al primero de los no muertos que le asediaban.

Bren avanzó un par de pasos, preparado para ayudar a Julianus con los zombis mientras confiaba en Ashlyn, Domingo y Velkar para hacer frente al esqueleto y el brujo de la muerte, cuando un nuevo ser apareció por la misma puerta que sus zombificados compañeros. La criatura, delgada como un esqueleto, tenía unos brazos largos, una cabeza ancha y con forma de cuña, y una mandíbula descomunal, con dientes como fragmentos de humeante hielo negruzco. Abrió sus fauces, y un rugido se alzó sobre el ruido del combate.

- ¡¡¡PAAAAAADREEE!!!

Bren miró a Domingo, pues desconocía por completo a la criatura ante la cual se hallaban. Éste murmuró una palabra, “blasfemo”, más una pregunta que una respuesta, cuando oyeron la voz de Ashlyn

- ¡ Es un blasfemo, cuidaos de su mordisco!

Al escuchar la voz de la mujer, el ser se abalanzó sobre ellos tres, ignorando a Julianus y cubriendo la distancia que les separaba con una endiablada velocidad.

La falta de información suponía una grave desventaja, pero poco podían hacer ahora por subsanarla. Seguro de hallarse ante un enemigo terrorífico, procedió a lanzar una breve plegaria a Heironeus, imbuyéndose con su favor divino en la forma de un conjuro que le permitiría dañar gravemente al ser con cada uno de sus golpes, si bien a costa de sus propias energías vitales. De reojo, observó cómo Ashlyn aprovechó ese instante para realizar un ritual similar.

La criatura se acercó sin temor alguno a ambos, lo cual los paladines aprovecharon para descargar sus golpes, combinando un poderoso tajo suyo con una profunda estocada de Ashlyn. Ninguno contuvo sus ataques, y a la vez que Bren recurría a sus aptitudes divinas para castigar con mayor precisión y fuerza a aquel ser, Ashlyn hizo lo propio, mientras imbuía también su arma con aptitudes aún más letales contra los muertos vivientes. Los dos golpes impactaron en el ser de lleno, pero éste no pareció inmutarse, y se arrojó sobre la mujer, clavando sus dientes con fuerza el hombro de la joven, desviada su dentellada por las placas de metal que le protegían el cuello. La mujer dejó escapar un grito de dolor, y casi al instante bajó la guardia y su mirada pareció extraviarse. A eso debía referirse con su advertencia.

El desviar la atención le costó caro a Bren, pues el insidioso esqueleto había logrado zafarse de Julianus, y colocándose a su costado, lanzó un golpe que impactó con sorprendente fuerza en el flanco desprotegido del paladín. Preocupado, se giró y pudo ver cómo el monje había perdido su posición, quedando él bloqueado en uno de los extremos de la habitación, mientras el otro zombi tenía paso franco para unirse a la refriega. Domingo recurrió a las aptitudes curativas de una de sus múltiples varitas para sanar el severo golpe sufrido por Ashlyn cuando una llamarada de fuego que envolvió al esqueleto y al zombi le recordó que seguían contando con la ayuda de Velkar para lidiar con aquella amenaza.

La situación táctica era preocupante, pues Ashlyn se encontraba indefensa, así que Bren se desplazó, interponiéndose entre ella y el monstruo. A pesar de haber recibido un entrenamiento exhaustivo en esgrima, sabía que frente a aquellas criaturas prácticamente descerebradas las fintas y demás florituras de poco iban a servir, así que recurrió a una técnica tan básica como efectiva, y dos cortes verticales de la espada, impulsada por toda la fuerza de sus brazos en sentido descendente y luego en su continuación ascendente golpearon de nuevo al monstruo. Éste pareció caer en su engaño, y centró su atención en él, olvidándose de la indefensa mujer. La criatura abrió su boca, casi desencajando su mandíbula, y lanzó un rápido mordisco. Bren intentó interponer la hoja de su arma, buscando que el ser se empalase a sí mismo con la impulso del golpe, pero la criatura, con un rápido paso lateral, cambió la orientación de su cuerpo, y clavó sus dientes en el antebrazo del guerrero. Oleadas de frío le recorrieron la extremidad y se extendieron por todo su cuerpo, mientras la sangre manaba de la herida y el efecto del mordisco nublaba su cabeza. Casi como en un sueño, vio cómo Domingo se aproximaba a él para curarle, mientras Ashlyn, recuperada, descargaba con furia dos tremendos impactos en la criatura. Zombi y esqueleto se arrojaron sobre ella, penetrando su armadura con garras y golpeando su cara con los puños. La situación era preocupante, pues la superioridad numérica de las criaturas, así como la capacidad del mordisco del blasfemo para inutilizar a uno de los guerreros les situaba en clara desventaja, cuando Velkar, que seguía volando, maniobró volando sobre los combatientes, colocándose paralelo al suelo. Cruzando su mirada con la Bren, le guiñó un ojo mientras rebuscaba en los bolsillos de su túnica. Tras unas palabras ininteligibles, el mediano abrió su boca en un gesto similar a un escupitajo, y de ella brotó un potente chorro de ácido que impactó sobre las tres criaturas que les atacaban. La carne del zombi se desprendió de su cuerpo, mientras los huesos del esqueleto se disolvían ante el potente efecto del conjuro, que derribó a ambas criaturas. El blasfemo recibió de lleno la descarga, y el líquido arrojado comenzó a corroer su piel, pero el ser continuaba en pie, dirigiendo su mirada cargada de odio a sus oponentes. Ni una gota había salpicado a sus compañeros, tal había sido la precisión de Velkar al colocarse y lanzar el conjuro.

La magia del mediano le dio un vuelco al combate, pues Bren notaba como la espesa nube que atontaba su raciocinio desaparecía, mientras Ashlyn, de un poderoso mandoble, sacudía a la criatura. El ser intentó devolverle el golpe, pero la mujer se las apañó para desviar el golpe con la parte plana de su espada, fallando por unos centímetros. Aprovechando la situación, Bren rodeó al no muerto para aprovechar la posición ganada por la luchadora, y la impactó con un nuevo tajo horizontal. La criatura se giró para encararle, tal y como él esperaba, pues aquel movimiento le dejó desprotegido ante la respuesta de Ashlyn, que reuniendo todas sus fuerzas alzó la espada y soltó un ataque devastador.

- ¡Muere!

El brutal ataque hizo que la espada cortase la endurecida piel del blasfemo, llegando a la carne, rompiendo hueso, músculos y tendones, hasta prácticamente seccionarle el brazo izquierdo. La criatura comenzaba a girarse hacia la joven cuando esta removió su espada, y aplicando su peso al movimiento, continuó cortando hasta sacar el arma por la cadera del ser. El monstruo quedó paralizado un instante, y se derrumbó en el suelo, derrotado al fin.

Preocupado por Julianus, Bren se giró hacia él, pero pudo comprobar que el zombi al que se enfrentaba caía también derribado al suelo, inerte. Julianus abrió sus manos, indicando que no había sido él quien lo había hecho.

Un sollozo volvió a centrar la atención de Bren. A su lado, Ashlyn yacía de rodillas sobre el suelo de la iglesia. El combate había terminado, toda su ira y frustración habían sido liberadas, y las lágrimas rompían en sus ojos, descontroladas las pasiones. La plaga zombi parecía haber sido eliminada, pero lo único que rompía el sepulcral silencio del lugar era un llanto de dolor y pena.

1 comentario:

Aaren dijo...

Este era el “final boss” de la fase, un combate contra un sacerdote maligno, algo de morralla muertos vivientes y un muerto viviente bastante poderoso (el blasfemo, VD 9 él solito).

Velkar lanzó un conjuro de rayo abrasador sobre el sacerdote, dándole con 2 rayos, uno de los cuales criticó. Murió sin saber la matrícula del camión (de combustible inflamable, obviamente) que le había atropellado.

Los paladines usaron Divine sacrifice (conjuro de paladín de nivel 1, Spell Compendium: dura 1 asalto por nivel, durante los cuales hacen +5d6 al daño de su primer ataque en ese asalto, si bien al atacar reciben 10 pg de daño, independientemente de si impactan o no), y Ashlyn, adicionalmente, Sacred Vengeance (dote que permite gastar una expulsión de muertos vivientes para incrementar el daño en 2d6), además de los consabidos Castigar el mal. En el caso de Ashlyn, el daño que hacía con su espada bastarda +1 era 1d10+12+7d6 en el primer ataque y 1d10+12+2d6 en el segundo, durante 3 asaltos, para luego continuar 3 asaltos más con sólo 1d10+12+2d6 en los dos ataques.

En la narración me he tomado una pequeña licencia, pues contra el blasfemo Bren no pudo aprovechar su Divine Sacrifice, ya que lo había lanzado antes para prepararse contra el sacerdote, pero así queda más dramático (ya sabéis el dicho, aplicable a la literatura, el cine y, por supuesto, el periodismo: no dejes que la verdad arruine una buena historia).